miércoles, 16 de mayo de 2012

El mar tiene en mi el poder del cansancio.
Siento el efecto cuando levanta su brisa bien fresca y salada, 
que se hace viento y recorre el pueblo con aire puro.  


Es la hora  mágica cuando los faroles de las callecitas, los carteles luminosos de las tiendas de caracoles y los hoteles, comienzan a encenderse
El sol permanece y  pierde su fuerza de luz.
 como una braza a punto de apagarse
 se sumerge en el mar dejándolo todo rosado.
 La luna se va perlando y alzándose en su brillo bien alto mientras el cielo ennegrece.


A  veces puedo sentir que existen las demás cosas,
Miro el agua que viene a mi en forma de ruido y cascada
que con su leve pausa de olas llena las costas de espuma.


Pienso en todos los animales marinos que como yo
disfrutan,
nadan,
puedo sentir la frescura y el fondo oscuro del mundo
como un vértigo,
un lugar a donde puedo ir.




la luz de la luna
hace un circulo de brillo
bien  blanco,
 blanco lunar
y se hermanan las aguas.


¿Los animales marinos la contemplan como yo en silencio?
¿como yo cantando mi tema pop preferido como una ofrenda?
¿Las ballenas estarán coreando en lo más profundo del horizonte?


La luz se lleva a la superficie un montón de criaturas,
 como la electricidad a las luciérnagas.
Algunas aprovechan para salir a la orilla,
Aparearse, cazar, comerse
 o dejar sus crías escondidas
los cardúmenes en círculos forman un joya plateada
que es arrasada como un tiro por una familia de delfines.

Algunos barcos pesqueros con sus redes en popa
yendo en busca del movimiento vivo,
 con una luz muy calida y chiquita encendia,
¿Estaran brindando? ¿cocinando algo caliente y rico, 
con  camarones y langostinos, o cangrejos?
A cada ola 
espero mis revelaciones.
Pienso en todos mis heroes,
me comunico con ellos, 
los siento de mi familia
Arrojo mis deseos al mar y un ramito de jazmín chino que corté en el bosque.
.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Un aura brillante plateada



Me levante de la cama como si la trasmisión de radio teatro hubiera llegado a su fin.  Baje un pie, después el otro y como si no me quedara más opción, pise la alfombra color crema que empezaba a llenarse de un rojo ya muerto desde antes. No vacilé y entré  en la ducha con el desaville de seda puesto. El silencio fue profundo pero insostenible. Al tiempo comenzaron a golpear la puerta, eran dos o tres personas  gritando y preguntando si todo estaba en orden. Pasaron por todas las puertas de nuestro piso, después se hicieron eco y murmullo.  Hoy puedo recordarlo, lo viví como el final de una función. Logré agarrar mis cosas cambiarme y salir. Supe que los demás lo resolverían.
Sentí una culpa eterna y a cada ola tuve una revelación. Crucé el Panamá hotel, entre palmeras y familias de niños con equipos de playa. Supe esconderme de las mujeres que envidiaban mi juventud, mi retórica bien definida y mi belleza innata. Me metí en una confitería repleta de gente con malteadas y jugos de fruta. Puse algunas monedas en el teléfono público y llamé al hotel. Dije algo así como “Soy la mujer de la habitación 1017, ocurrió algo terrible, no puedo estar ahí, entren con sus llaves, les pido mil disculpas”.
Puedo verme, y en mi no reconozco cobardía. No pude impedir nada, imponerme a nada, resolver nada. Eso era algo que en ese momento no me exigía.  Supe sentir cómo los finales, los eclipses, los terremotos que levantan las planicies y las profundidades  del mar, son precisos y justos. Él  había elegido, yo no estaba entrenada para eso. Su movimiento puso un fin último en mí.
Alejándome del sonido y el murmullo vivo que levanta la playa a pleno sol del día, tomé el vuelo más rápido.
El hotel dónde me hospedé las primeras noches tenia las paredes color ocre, el empapelado se saltaba de las esquinas por la humedad,  hacía bastante calor, pero recuerdo, eso no me molestaba. En lo pasillos conocí a Yenny, una chica más joven que yo o al menos eso parecía. Tenia una frescura que jamás había percibido antes. Se me acerco pidiendome un cigarro, estaba alterada o inquieta, me dijo que tenia una cita. Me pregunto si se veía bien, yo le respondí que sí, que muy bien, nunca antes lo hubiera hecho. La respuesta se la dí por su entusiasmo y vitalidad.  Para ese entonces yo mantenía mi imagen intacta, mis anteojos negros y mis conjuntitos bien combinados de saco y falda.  Durante los días, percibí en mi encierro las mil maneras posibles en las que podía ser. Pero estaba encerrada, no conocía a nadie o sí. Las personas que podían estar cerca mío jamás podrían entenderme. Mi compañera de la preparatoria Sally, estaba planeando su boda con un Médico joven y con futuro. Recuerdo sus cartas eran demasiado eléctricas. En ellas me contaba sobre cócteles y congresos, sobre la cantidad de vestidos que se tuvo que comprar para pertenecer o hacerse amiga de las esposas de los colegas de su prometido Robert.  Era imposible mi desgracia ante sus ojos. Juzgaría mis actos y me mandaría con algún psiquiatra amigo, a hacer algún tratamiento con pastillas, de esas que te duermen para toda la  vida.
Yo no necesitaba eso, yo sólo me había dado un golpe, un golpe que giró mi cuerpo hacia una totalidad de direcciones inesperadas.  Una noche llamé a casa, hable muy serenamente con mi padre, le dije "por favor si estas cerca de mamá fingí que soy un amigo". Tenía pánico a sus lógicas recriminaciones. Él me respondió inmutable como siempre, con su serenidad y paciencia, como si sólo quisiera entenderme. Le conté mi situación y en dónde estaba.Le dejé el número de teléfono de un café de mi cuadra para que se comunique conmigo cuando guste. Él me contó que la policía fue a buscarme y que ellos se alarmaron pero que rápidamente los hombres le aclararon lo sucedido. Ya habían realizado los peritajes y comprobaron que yo no tenía ni culpas ni cargos .
De todas formas mi pueblo estaba encendido por el suicidio y más aún por mi huida. Entre voces yo ya formaba parte de la lista de las malvadas viudas negras. Mi padre entendió el hecho de no haber vuelto inmediatamente con ellos. Me dijo que no me preocupe, que lo peor había pasado. Yo estallé en mil lágrimas por su bendita comprensión. También me dijo que él iba a solucionarle el karma moral a mi madre. Era un hecho que estaba angustiada y avergonzada por mí y que, como yo, pasaba sus tardes encerrada y abatida por el llanto.
Yenny golpeó una tarde mi puerta para invitarme a tomar unos tragos en su habitación. Me dijo que me vio entrar al café dónde ella trabajaba pero que yo debía haber ido con un fin muy fijo ya que mi mirada se mantuvo muy atenta al señor que maneja la caja y los teléfonos. Me disculpé, le dije que sí,  que no había tenido unos días muy buenos, eso justificó el uso de mis gafas oscuras toda la tarde,  o al menos a Yenny  eso no le inquietó.
cruzamos el pasillo oscuro del hotel, prendiendo las perillas de luz a cada paso y  frenamos en  la habitación número 333. Me gusta tu ropa me dijo, ¿Cómo te mantienes?. No se cómo,  entre el cansancio de mi angustia, logré ser ágil y le conteste que con los ahorros de unas vacaciones colapsadas por mi marido. "Lo encontré con una amante". "Clásico",  me dijo, "no hablemos de chicos hoy". Asentí con mi cabeza su decisión.
Hay algo muy ancestral en la familiaridad de las chicas, pensé, un universo que en el fondo jamás se abandona. Dos chicas en un mismo piso, entre familias de inmigrantes y hombres borrachos, jamás estarán solas. Se acompañaran en la confidencia y en la muy supuesta fragilidad para ahondar en los secretos más profundos.
Me acuerdo, me absorbió su sentido de hogar como una luz fascinante. Todo lo que rodeaba a Yenny tenía rastros muy fuertes de su singularidad. Las paredes con fotos y  collages, con adornos y algunos rosarios de su invención, estampitas,  todas de la virgen, una bandeja, dos o tres discos y libros heredados. Era poco, pero era más de lo que muchos teníamos.  Me dijo medio avergonzada que eran cosas que hacía por las noches, mientras se tomaba un trago para poder bajar de la adrenalina que le causaba el trabajo, también la escuche decir "estas cosas me protegen".
Nos unimos de una manera muy simple y vertiginosa. Con el tiempo ya no pasé mis tardes sola, y cuando yenny logró ganarse su turno mañana en el trabajo, cuando logro resignar media jornada, aprovechamos nuestras tardes para conversar mientras hacíamos algo, cualquier cosa, ella siempre proponía algo alternativo a lo que se me podía ocurrir.
A veces pienso que no tiene miedo de ser, y eso la hace bastante mágica. siempre me acuerdo de ella, me encanta en el recuerdo  y me salva por eso.
Me acuerdo me decía, "yo no entiendo nada pero soy bastante sensible", "soy apenas una camarera", para mi eso significaba bastante ya que no conocía a nadie más independiente que ella en actitud. Creía en la magia transformando su educación ultra católica en un juego de niños para sobrevivir a las redes que sostienen el mundo.
Con los días empecé a reducir mis gastos, pero me di cuenta que tenía que tomar una decisión, debía trabajar o volver a la casa de mis padres que era una idea que en mi nueva rutina y con mi nueva amiga veía descartada. Yenny me llevaría a un lugar mejor, me acompañaría durante un rato, tenía confianza en su modo de sentir el mundo y en sobre llevarlo, era audaz o parecía no importarle nada.
Me presenté en varios lugares encontrando al fin trabajo empaquetando regalos en una regalaría. Cómo no me quedaba más ropa para soportar el frío, con Yenny nos intercambiamos algunas prendas, mimetizandonos con los jóvenes que imponían la moda de la nueva década.
Del trabajo juntaba algunos pedacitos de papel brillante que me sobraban,  cintas scotchs , almanaques de animales, imágenes de la virgen sola o con el niño y paisajes de cataratas o bosques. Los recortamos y los adorábamos montando pequeñas maquetitas en las que la figura central siempre era la virgen y al rededor tenia un aura brillante plateada, que con cualquier rastro de luz estaballaba en energía, a su lado perritos, zorros, lobos, gatitos con moños y rosas. Inventábamos nuestras propias oraciones e historias. Yenny decía que adoraba  a la virgen más que a cualquier santo, que desde chica tuvo fascinación por su atuendo celestial y por como sostenía al niño, con el mismo amor innato que sostiene las cosas la naturaleza.